El ETERNO FRANZ KAFKA

Por Juan Burgos Barrero / Periodista
Franz Kafka es uno de los más complejos y contradictorios escritores de la literatura universal del siglo XX, bohemio creador de obras con los primeros intentos de fusionar la realidad con la ficción. Se trata de un novelista checo, nacido en 1883 en Praga, en una comunidad judía de lengua alemana y clase media, fallecido de tuberculosis en Viena en 1924.

Kafka escribió varias novelas y relatos que se cuentan entre sus obras más reconocidas. Estas incluyen El proceso, El castillo y El desaparecido (también conocida como América), así como En la colonia penitenciaria, Un médico rural y Un artista del hambre; asimismo, destacan sus escritos como Carta al padre, junto con cartas a Felice, su prometida, y cartas a Milena, su gran amiga. Entre sus cuentos cortos y escritos autobiográficos se encuentran La condena, La muralla china y La metamorfosis (también conocida como La transformación), esta última publicada en 1915, que constituye una fuerte crítica a la sociedad burguesa y a las normas sociales.
Es importante señalar que tanto El proceso, El desaparecido y El castillo son obras inconclusas.

La metamorfosis deja un mensaje claro: «Ser diferente y no ajustarse al molde preestablecido por la sociedad te margina, te convierte en una carga y el único camino es la soledad y la destrucción». La obra revela las oposiciones: muerte y vida, individuo y sociedad, además de despersonalización y abuso del poder. El insecto en el que convierte a Gregorio -“el personaje-bicho” que da vida y muerte a Kafka – es el tópico de la fantasía y el símbolo de la realidad, de la suya propia, a la vez siendo un sujeto que no se opone a ningún objeto real. De este modo nace un Kafka-Gregorio, quien se siente con complejo de inferioridad, con un pesado lastre en el seno de su familia, la que en el último instante trata de separarlo, tal es así, que su hermana expresa: “Es preciso que intentemos deshacernos de él.”

En Carta al padre, Kafka revela que su debilidad es consecuencia de la fuerza del padre, expresada en esa frase común que utilizaba: «¡No contestes!», o cuando conversando con otros su padre lo hiere indirectamente, diciendo: «¡Qué elementos!» Asimismo, Kafka demuestra cómo su padre se molestaba por la manera propensa de su hermana Ottla de confraternizar con los pobres. Kafka tenía una profunda sensibilidad expresada en el dolor al sufrimiento de los demás, causado por el abuso y el poder de otros, por ejemplo, cuando su padre, ante un empleado de la tienda enfermo del pulmón, dijo: «¡Que reviente ese perro!»

Esta obra revela las relaciones con el prójimo, el distanciamiento con su padre y los fracasos del matrimonio, un escalón que no pudo remontar debido a su falta de preparación y sus debilidades causadas por la educación autoritaria y humillante de su padre. «A todas luces no soy espiritualmente apto para el matrimonio», dice Kafka a su padre, a la vez que explica: «La causa esencial es el agobio general que produce el miedo, la debilidad, el desprecio de sí mismo».

En las obras de Kafka se aprecia la desolación y la desesperanza en el ir y devenir de su tormentosa vida, a pesar de lo cual fue un hombre agradable, con sentido del humor, que fascinaba a sus amigos, casi todos intelectuales judíos con quienes asistía a conferencias en Praga.

Su estilo es directo, claro, denso, lleno de alusiones y memorias, mientras que sus personajes aparecen rodeados de misterio y pesares impuestos por factores externos. Desarrolló un estilo literario inconfundible y original que se caracteriza por su atmósfera opresiva, sufrida, llena de amor y odio, sufrimientos y heroicidades del alma, pesimismo social y existencialismo.

Utiliza el simbolismo constantemente, por ejemplo, la tienda de su padre le da miedo porque simboliza el maltrato a que aquel lo ha sometido. Igualmente, la iglesia, el judaísmo y las clases de baile le causaban sueño y aburrimiento, tanto como la tienda de su padre. Kafka le dice a su padre: «lo que quedó de nuestra relación fue huida, amargura, duelo, lucha interior».

En mi opinión, las obras de Kafka no sólo constituyen un paradigma de la existencia del hombre contemporáneo y de sus tormentosas relaciones sociales, matizadas por el mundo de la ficción. Arremete contra los males sociales, pero finalmente se considera culpable de su propia vida.

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